De sopetón, sin esperarlo y provocando esos sentimientos tan agudos que provocaban sus canciones, hoy nos ha dejado Roberto Iniesta, compositor, poeta y rockero como no ha habido otro en el panorama musical español.
Para los que hemos podido disfrutar toda su carrera desde los inicios transgresivos (que nos eran tan cordiales) y minoritarios (que somos muchos) y que le hemos seguido durante todos estos años, hoy es un día triste y el rock y la poesía quedan un poco más huérfanos y perdidos de lo que estaban.
Un nuevo disco de Extremoduro, en los años de los discos, era toda una aventura. Conseguirlo y escucharlo en bucle, un día tras otro, hasta aprenderte las canciones de memoria, cual lista de los reyes godos. ¿Teníamos más tiempo entonces? ¿Éramos felices con menos? Tanto entonces como ahora, eran cosas que no nos importaban, porque Robe con sus letras nos sumergía en otro mundo, alejado de la realidad.
Recuerdo verlo en concierto antes de que el grupo fuera tan conocido como es, recuerdo historias de conocidos que le produjeron su primera maqueta, recuerdo historias que tenían su aroma. Todos esos recuerdos se perderán entre su música, como gritos en un concierto.
No creo que quiera descansar en paz. Algunas de sus letras hablan de la vida, de la muerte, de los amigos, del recuerdo. Vomitó su alma en cada verso que nos dio, no cabe duda. Deja un gran vacío, que no se rellenará nunca.

Hace bien poco os dejaba también unas reflexiones sobre lo que había sido Extremoduro para mi, antes de este fatídico desenlace, hablando de la canción que quizás le hizo saltar a ser conocido por todos los públicos, So Payaso.
Y también hablamos de poesía:
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