Después de varios meses confinados, teletrabajando y de vacaciones, muchos ya empezamos a recobrar la llamada «nueva normalidad«.
Lo primero ha sido la vuelta al cole y después ha venido la vuelta al trabajo. Con más medidas de seguridad, mascarilla, distancias, consolas, separaciones y la menor interacción posible. Pero parece que los empresarios quieren que la gente vuelva al trabajo.
Estoy seguro de que no se revisará el rendimiento, ni si ha mejorado o empeorado. En este país hay cosas que no cambian.
Una de ellas es que ver a la gente en el puesto de trabajo, es sinónimo de que está trabajando o al menos de que no está ganduleando. Mirar al final del día lo que ha hecho o si ha rendido suficiente es algo secundario. Lo importarte es aparentar.
Cuando oímos como son las oficinas de las startups tecnológicas en Sillicon Valley todo eso nos parece un mundo aparte. Juegos, comida gratis, compañerismo, sofás,…
Otra de las cosas de este país que habría que hacérselo mirar es lo de los resultados a corto plazo. Los rendimientos para hoy es lo que se valora. Cuando un directivo o un mando hace algo con resultados inmediatos, se le valora. Si hace algo que va a largo plazo, ya se le mira mal.
El pensamiento que se tiene es de que si yo hago algo ha de verse los resultados. La gente no se plantea hacer algo para que los resultados sean a largo o medio plazo, porque a saber quien está en ese momento y quien se lleva el mérito, que no seré yo, el ideario, sino el que esté al mando en ese momento.
Y en la parte política pasa exactamente lo mismo. No hay proyecto a plazos mayores de lo que queda de candidatura. Por eso la inversión en I+D en España es mínimo, es invertir para ganar tarde, y si se gana. Si inviertes 10 y ganas en 1 ya rentabilizas, pero lo primero, te echan en cara los 9 «fracasos» y segundo, el que sale bien, se lleva otro el mérito.
Y por ejemplo la inversión en turismo, gente que HOY deja dinero, es lo que gana.
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